todaslas décadas
todaslasdécadas2
pascualduarte1
novela social
la colmena
tiempo de silencio1
tiempo de silencio2
1- LA GENERACIÓN DE POSGUERRA
1.1- PANORAMA DE LA NOVELA TRAS LA GUERRA
1.1.1- ¿Cómo era la situación de la novela española tras la guerra civil y por qué?
TEXTO 1
1- ¿A qué achaca Pascual sus crímenes?
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquellos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya.
Nací hace ya muchos años -lo menos cincuenta y cinco- en un pueblo perdido por la provincia de Badajoz; el pueblo estaba a unas dos leguas de Almendralejo, agachado sobre una carretera lisa y larga como un día sin pan, lisa y larga como los días -de una lisura y una largura como usted para su bien, no puede ni figurarse- de un condenado a muerte.(...)
Se llevaban mal mis padres; a su poca educación se unía su escasez de virtudes y su falta de conformidad con lo que Dios les mandaba -defectos todos ellos que para mi desgracia hube de heredar- y esto hacía que se cuidaran bien poco de pensar los principios y de refrenar los instintos, lo que daba lugar a que cualquier motivo, por pequeño que fuese, bastara para desencadenar la tormenta que se prolongaba después días y días sin que se le viese el fin. Yo, por lo general, no tomaba el partido de ninguno porque si he de decir verdad tanto me daba el que cobrase el uno como el otro; unas veces me alegraba de que zurrase mi padre y otras mi madre, pero nunca hice de esto cuestión de gabinete.
Y se quedaba pensativo y repetía en voz baja una y otra vez:
-¡Ya voy para viejo... ! ¡Ya voy para viejo...!
Mi instrucción escolar poco tiempo duró. Mi padre, que, como digo, tenía un carácter violento y autoritario para algunas cosas, era débil y pusilánime para otras: en general tengo observado que el carácter de mi padre sólo lo ejercitaba en asuntillos triviales, porque en las cosas de trascendencia, no sé si por temor o por qué, rara vez hacía hincapié. Mi madre no quería que fuese a la escuela y siempre que tenía ocasión, y aun a veces sin tenerla, solía decirme que para no salir en la vida de pobre no valía la pena aprender nada. Dio en terreno abonado, porque a mí tampoco me seducía la asistencia a las clases, y entre los dos, y con la ayuda del tiempo, acabamos convenciendo a mi padre que optó porque abandonase los estudios. Sabía ya leer y escribir, y sumar y restar, y en realidad para manejarme ya tenía bastante. Cuando dejé la escuela tenía doce años; pero no vayamos tan de prisa, que todas las cosas quieren su orden y no por mucho madrugar amanece más temprano.
1- Resume lo que ocurre
2 - ¿Qué dos temas tabú une Cela en este fragmento?
El entierro, volviendo a lo que íbamos, salió con facilidad; como la fosa ya estaba hecha, no hubo sino que meter a mi hermano dentro de ella y acabar de taparlo con tierra. Don Manuel rezó unos latines y las mujeres se arrodillaron; a Lola, al arrodillarse, se le vetan las piernas, blancas y apretadas como morcillas, sobre la media negra. Me avergüenzo de lo que voy a decir, pero que Dios lo aplique a la salvación de mi alma por el mucho trabajo que me cuesta: en aquel momento me alegré de la muerte de mi hermano... Las piernas de Lola brillaban como la plata, la sangre me golpeaba por la frente y el corazón parecía como querer salírseme de pecho.
No vi marcharse ni a don Manuel ni a las mujeres. Estaba como atontado, cuando empecé a volver a percatarme de la vida, sentado en la tierra recién removida sobre el cadáver de Mario; por qué me quedé allí y el tiempo que pasó, son dos cosas que no averigüé jamás. Me acuerdo que la sangre seguía golpeándome las sienes, que el corazón seguía queriéndose echar a volar. El sol estaba cayendo; sus últimos rayos se iban a clavar sobre el triste ciprés, mi única compañía. Hacia calor; unos tiemblos me recorrieron todo el cuerpo; no podía moverme, estaba clavado como por el mirar del lobo.
De pie, a mi lado, estaba Lola, sus pechos subían y bajaban al respirar...
-¿Y tú?
-¡Ya ves!
-¿Qué haces aquí?
-¡Pues..., nada! Por aquí...
Me levanté y la sujeté por un brazo.
-¿Qué haces aquí?
-¡Pues nada! ¿No lo ves? ¡Nada!
Lola me miraba con un mirar que espantaba. Su voz era como, una voz del más allá, grave y subterránea como la de un aparecido.
-¿Qué haces aquí?
-¡Pues..., nada! Por aquí...
Me levanté y la sujeté por un brazo.
-¿Qué haces aquí?
-¡Pues nada! ¿No lo ves? ¡Nada!
Lola me miraba con un mirar que espantaba. Su voz era como, una voz del más allá, grave y subterránea como la de un aparecido.
-¡Eres como tu hermano!
-¿Yo?
-¡Tú! ¡Sí!
Fue una lucha feroz. Derribada en tierra, sujeta, estaba más hermosa que nunca... Sus pechos subían y bajaban al respirar cada vez más de prisa. Yo la agarré del pelo y la tenía bien sujeta a la tierra. Ella forcejeaba, se escurría... La mordí hasta la sangre, hasta que estuvo rendida y dócil como una yegua joven.
-¿Es eso lo que quieres?
-¡Sí!
Lola me sonreía con su dentadura toda igual... Después me alisaba el cabello.
-¡No eres como tu hermano... ! ¡Eres un hombre...!
En sus labios quedaban las palabras un poco retumbantes.
-¡Eres un hombre...! ¡Eres un hombre...!
La tierra estaba blanda, bien me acuerdo. Y en la tierra, media docena de amapolas para mi hermano muerto: seis gotas de sangre...
-¡No eres como tu hermano...! ¡Eres un hombre...!
-¿Me quieres?
-¡Sí!
TEXTO 3
1- ¿Qué está a punto de hacer Pascual pero no se atreve?
2- ¿Por qué lo va a hacer? Recuerda la relación con su madre que aparece en el primer texto
3- ¿Crees que la presentación que hizo al inicio de sus padres le sirve de justificación a lo que hace aquí?
2- ¿Por qué lo va a hacer? Recuerda la relación con su madre que aparece en el primer texto
3- ¿Crees que la presentación que hizo al inicio de sus padres le sirve de justificación a lo que hace aquí?
Había llegado la ocasión, la ocasión que tanto tiempo había estado esperando. Había que hacer de tripas corazón, acabar pronto, lo más pronto posible. La noche es corta y en la noche tenía que haber pasado ya todo y tenla que sorprenderme la amanecida a muchas leguas del pueblo.
Allí estaba, echada bajo las sábanas, con su cara muy pegada a la almohada. No tenla más que echarme sobre el cuerpo y acuchillarlo. No se movería, no daría ni un solo grito, no le daría tiempo... Estaba ya al alcance del brazo, profundamente dormida, ajena -¡Dios, qué ajenos están siempre los asesinados a su suerte!- a todo lo que le iba a pasar. Quería decidirme, pero no lo acababa de conseguir; vez hubo ya de tener el brazo levantado, para volver a dejarlo caer otra vez todo a lo largo del cuerpo. Pensé cerrar los ojos y herir. No podía ser; herir a ciegas es como no herir, es exponerse a herir en el vacío... Había que herir con los ojos bien abiertos, con los cinco sentidos puestos en el golpe. Había que conservar la serenidad, que recobrar la serenidad que parecía ya como si estuviera empezando a perder ante la vista del cuerpo de mi madre... El tiempo pasaba y yo seguía allí, parado, inmóvil como una estatua, sin decidirme a acabar. No me atrevía; después de todo era mi madre, mujer que me había parido, y a quien sólo por eso había que perdonar.:. No; no podía perdonarla porque me hubiera parido. Con echarme al mundo no me hizo ningún favor, absolutamente ninguno... No había tiempo que perder. Había que decidirse de una buena vez. Momento llegó a haber en que estaba de pie y como dormido, con e cuchillo en la mano, como la imagen del crimen... Trataba de vencerme, de recuperar mis fuerzas, de concentrarlas. Ardía en deseos de acabar pronto, rápidamente, y de salir corriendo hasta caer rendido, en cualquier lado. Estaba agotándome; llevaba una hora larga al lado de ella, como guardándola, como velando su sueño. ¡Y había ido a matarla, a eliminarla, a quitarle la vida a puñaladas!
Quizás otra hora llegara ya a pasar. No; definitivamente, no. No podía; era algo superior a mis fuerzas, algo que me revolvía la sangre. Pensé huir. A lo mejor hacía ruido al salir; se despertaría, me reconocería. No, huir tampoco podía; iba indefectiblemente camino de la ruina... No había más solución que golpear sin piedad, rápidamente, para acabar lo más pronto posible. Pero golpear tampoco podía... Estaba metido como en un lodazal donde me fuese hundiendo, poco a poco, sin remedio posible, sin salida posible. El barro me llegaba ya hasta el cuello. Iba a morir ahogado
como un gato... Me era completamente imposible matar; estaba como paralítico.
-¿Quién anda ahí?
Rugíamos como bestias, la baba nos asomaba a la boca... En una de las vueltas vi a mi mujer, blanca como una muerta, parada a la puerta sin atreverse a entrar. Traía un candil en la mano, el candil a cuya luz pude ver la cara de mi madre, morada como un hábito de nazareno... Seguíamos luchando; llegué a tener las vestiduras rasgadas, pecho al aire. La condenada tenía más fuerzas que un demonio. Tuve que usar de toda mi hombría para tenerla quieta. Quince veces que la sujetara, quince veces que se me había de escurrir. Me arañaba, me daba patadas y puñetazos, me mordía. Hubo un
momento en que con la boca me cazó un pezón -el izquierdo- y me lo arrancó de cuajo.
Fue el momento mismo en que pude clavarle la hoja en la garganta... La sangre corría como desbocada y me golpeó la cara. Estaba caliente como un vientre y sabía lo mismo que la sangre de los corderos.
1.1.7- ¿Qué otras novelas siguieron la estela de La familia de Pascual Duarte? ¿Qué tienen todas en común? Di sus autores y fechas de publicación
Estuve escuchando un largo rato. No se oía nada. Fui al cuarto de mi mujer; estaba dormida y la dejé que siguiera durmiendo. Mi madre dormiría también a buen seguro. Volví a la cocina; me descalcé; el suelo estaba frío y las piedras del suelo se me clavaban en la punta del pie. Desenvainé el cuchillo, que brillaba a la llama como un sol.
Allí estaba, echada bajo las sábanas, con su cara muy pegada a la almohada. No tenla más que echarme sobre el cuerpo y acuchillarlo. No se movería, no daría ni un solo grito, no le daría tiempo... Estaba ya al alcance del brazo, profundamente dormida, ajena -¡Dios, qué ajenos están siempre los asesinados a su suerte!- a todo lo que le iba a pasar. Quería decidirme, pero no lo acababa de conseguir; vez hubo ya de tener el brazo levantado, para volver a dejarlo caer otra vez todo a lo largo del cuerpo. Pensé cerrar los ojos y herir. No podía ser; herir a ciegas es como no herir, es exponerse a herir en el vacío... Había que herir con los ojos bien abiertos, con los cinco sentidos puestos en el golpe. Había que conservar la serenidad, que recobrar la serenidad que parecía ya como si estuviera empezando a perder ante la vista del cuerpo de mi madre... El tiempo pasaba y yo seguía allí, parado, inmóvil como una estatua, sin decidirme a acabar. No me atrevía; después de todo era mi madre, mujer que me había parido, y a quien sólo por eso había que perdonar.:. No; no podía perdonarla porque me hubiera parido. Con echarme al mundo no me hizo ningún favor, absolutamente ninguno... No había tiempo que perder. Había que decidirse de una buena vez. Momento llegó a haber en que estaba de pie y como dormido, con e cuchillo en la mano, como la imagen del crimen... Trataba de vencerme, de recuperar mis fuerzas, de concentrarlas. Ardía en deseos de acabar pronto, rápidamente, y de salir corriendo hasta caer rendido, en cualquier lado. Estaba agotándome; llevaba una hora larga al lado de ella, como guardándola, como velando su sueño. ¡Y había ido a matarla, a eliminarla, a quitarle la vida a puñaladas!
Quizás otra hora llegara ya a pasar. No; definitivamente, no. No podía; era algo superior a mis fuerzas, algo que me revolvía la sangre. Pensé huir. A lo mejor hacía ruido al salir; se despertaría, me reconocería. No, huir tampoco podía; iba indefectiblemente camino de la ruina... No había más solución que golpear sin piedad, rápidamente, para acabar lo más pronto posible. Pero golpear tampoco podía... Estaba metido como en un lodazal donde me fuese hundiendo, poco a poco, sin remedio posible, sin salida posible. El barro me llegaba ya hasta el cuello. Iba a morir ahogado
como un gato... Me era completamente imposible matar; estaba como paralítico.
Di la vuelta para marchar. El suelo crujía. Mi madre se revolvió en la cama.
-¿Quién anda ahí?
Entonces sí que ya no había solución. Me abalancé sobre ella y la sujeté. Forcejeó, se escurrió... Momento hubo en que llegó a tenerme cogido por el cuello. Gritaba como una condenada. Luchamos; fue la lucha más tremenda que usted se puede imaginar.
Rugíamos como bestias, la baba nos asomaba a la boca... En una de las vueltas vi a mi mujer, blanca como una muerta, parada a la puerta sin atreverse a entrar. Traía un candil en la mano, el candil a cuya luz pude ver la cara de mi madre, morada como un hábito de nazareno... Seguíamos luchando; llegué a tener las vestiduras rasgadas, pecho al aire. La condenada tenía más fuerzas que un demonio. Tuve que usar de toda mi hombría para tenerla quieta. Quince veces que la sujetara, quince veces que se me había de escurrir. Me arañaba, me daba patadas y puñetazos, me mordía. Hubo un
momento en que con la boca me cazó un pezón -el izquierdo- y me lo arrancó de cuajo.
Fue el momento mismo en que pude clavarle la hoja en la garganta... La sangre corría como desbocada y me golpeó la cara. Estaba caliente como un vientre y sabía lo mismo que la sangre de los corderos.
La solté y salí huyendo. Choqué con mi mujer a la salida; se le apagó el candil. Cogí el campo y corrí, corrí sin descanso, durante horas enteras. El campo estaba fresco y una sensación como de alivio me corrió las venas.
Podía respirar...
2.2.2- ¿Cuál es la importancia de esta novela en la novela española tras la guerra civil?
2.2.5- Temas: La Colmena supone una visión de la posguerra española, lo cual conlleva reflexiones sobre distintos temas como la importancia del dinero, la doble moral de la sociedad o la propia existencia humana.
- El dinero: Recuerda las características de la posguerra española que viste en el tema anterior. ¿Es importante el dinero en las relaciones personales que se dan entre los personajes? ¿Por qué? Teniendo esto en cuenta, ¿en qué dos grupos se pueden dividir los personajes de la novela?
Lee estos fragmentos y contesta las siguientes preguntas:
TEXTO 1
1- ¿Qué relación existe entre Purita y José Sanz?
2- ¿Cuál es la situación personal de Purita?¿A qué se dedica?
3- ¿Qué favor le pide a José Sanz?
4- ¿Te parece una visión positiva o negativa de las relaciones personales? ¿Por qué?
-¡Ojalá! ¡Dios te oiga!
-Ya lo verás como sí.
La chica está pensando, tiene la mirada triste, perdida. El señor José le separa un poco los muslos, se los pellizca.
-¡Con el Paquito en la guardería, ya es otra cosa!
El Paquito es el hermano pequeño de la chica. Son cinco hermanos y ella, seis: Ramón, el mayor, tiene veintidós años y está haciendo el servicio en África; Mariana, que la pobre está enferma y no puede moverse de la cama, tiene dieciocho; Julio, que trabaja de aprendiz en una imprenta, anda por los catorce; Rosita tiene once, y Paquito, el más chico, nueve. Purita es la segunda, tiene veinte años, aunque quizá represente alguno más. Los hermanos viven solos. Al padre lo fusilaron, por esas cosas que pasan, y la madre murió,tísica y desnutrida, el año 41.
A Julio le dan cuatro pesetas en la imprenta. El resto se lo tiene que ganar Purita a pulso, callejeando todo el día, recalando después de la cena por casa de doña Jesusa.
Los chicos viven en un sotabanco de la calle de la Ternera. Purita para en una pensión, asi está más libre y puede recibir recados por teléfono. Purita va a verlos todas las mañanas, a eso de las doce o la una. A veces, cuando no tiene compromiso, también almuerza con ellos; en la pensión le guardan la comida para que se la tome a la cena, si quiere. El señor José tiene ya la mano, desde hace rato, dentro del escote de la muchacha.
-¿Quieres que nos vayamos?
-¡Si tú quieres!
El señor José ayuda a Purita a ponerse el abriguillo de algodón.
-Sólo un ratito, ¿eh?, la parienta está ya con la mosca en la oreja.
-Lo que tú quieras.
-Toma, para ti.
El señor José mete cinco duros en el bolso de Purita, un bolso teñido de azul que mancha un poco las manos.
-Que Dios te lo pague.
A la puerta de la habitación, la pareja se despide.
-Oye, ¿cómo te llamas?
-Yo me llamo José Sanz Madrid, ¿y tú?, ¿es verdad que te llamas Purita?
-Sí, ¿por qué te iba a mentir? Yo me llamo Pura Bartolomé Alonso.
Los dos se quedan un rato mirando para el paragüero,
-Bueno, ¡me voy!
-Si, descuida, yo te llamaré a ese teléfono.
- El dinero: Recuerda las características de la posguerra española que viste en el tema anterior. ¿Es importante el dinero en las relaciones personales que se dan entre los personajes? ¿Por qué? Teniendo esto en cuenta, ¿en qué dos grupos se pueden dividir los personajes de la novela?
Lee estos fragmentos y contesta las siguientes preguntas:
1- ¿Qué relación existe entre Purita y José Sanz?
2- ¿Cuál es la situación personal de Purita?¿A qué se dedica?
3- ¿Qué favor le pide a José Sanz?
4- ¿Te parece una visión positiva o negativa de las relaciones personales? ¿Por qué?
El señor José tiene la otra mano en una liga de Purita. Purita, en el invierno, lleva liguero, las ligas redondas no se le sujetan bien porque está algo delgada. En el verano va sin medias; parece que no, pero supone un ahorro, ¡ya lo creo!
-Mi amigo hace lo que yo le mando, me debe muchos favores.-¡Ojalá! ¡Dios te oiga!
-Ya lo verás como sí.
La chica está pensando, tiene la mirada triste, perdida. El señor José le separa un poco los muslos, se los pellizca.
-¡Con el Paquito en la guardería, ya es otra cosa!
El Paquito es el hermano pequeño de la chica. Son cinco hermanos y ella, seis: Ramón, el mayor, tiene veintidós años y está haciendo el servicio en África; Mariana, que la pobre está enferma y no puede moverse de la cama, tiene dieciocho; Julio, que trabaja de aprendiz en una imprenta, anda por los catorce; Rosita tiene once, y Paquito, el más chico, nueve. Purita es la segunda, tiene veinte años, aunque quizá represente alguno más. Los hermanos viven solos. Al padre lo fusilaron, por esas cosas que pasan, y la madre murió,tísica y desnutrida, el año 41.
A Julio le dan cuatro pesetas en la imprenta. El resto se lo tiene que ganar Purita a pulso, callejeando todo el día, recalando después de la cena por casa de doña Jesusa.
Los chicos viven en un sotabanco de la calle de la Ternera. Purita para en una pensión, asi está más libre y puede recibir recados por teléfono. Purita va a verlos todas las mañanas, a eso de las doce o la una. A veces, cuando no tiene compromiso, también almuerza con ellos; en la pensión le guardan la comida para que se la tome a la cena, si quiere. El señor José tiene ya la mano, desde hace rato, dentro del escote de la muchacha.
-¿Quieres que nos vayamos?
-¡Si tú quieres!
El señor José ayuda a Purita a ponerse el abriguillo de algodón.
-Sólo un ratito, ¿eh?, la parienta está ya con la mosca en la oreja.
-Lo que tú quieras.
-Toma, para ti.
El señor José mete cinco duros en el bolso de Purita, un bolso teñido de azul que mancha un poco las manos.
-Que Dios te lo pague.
A la puerta de la habitación, la pareja se despide.
-Oye, ¿cómo te llamas?
-Yo me llamo José Sanz Madrid, ¿y tú?, ¿es verdad que te llamas Purita?
-Sí, ¿por qué te iba a mentir? Yo me llamo Pura Bartolomé Alonso.
Los dos se quedan un rato mirando para el paragüero,
-Bueno, ¡me voy!
-Adiós, Pepe, ¿no me das un beso?
- Sí, mujer.-Oye, ¿cuando sepas algo de lo del Paquito, me llamarás?-Si, descuida, yo te llamaré a ese teléfono.
TEXTO 2
1- ¿Qué relación hay entre Don Francisco y Merceditas?
2- ¿Qué quiere decir Doña Carmen con "las primicias"?
Por la calle van cogidos de la mano, parecen un tío con una sobrina que saca de paseo.La niña, al pasar por la portería, vuelve la cabeza para el otro lado. Va pensando y no ve el primer escalón.
-¡A ver si te desgracias!
-No.
Doña Celia les sale a abrir.
-¡Hola, don Francisco!
-¡Hola, amiga mía! Que pase la chica por ahí, quería hablar con usted.
-¡Muy bien! Pasa por aquí, hija, siéntate donde quieras. La niña se sienta en el borde de una butaca forrada de verde. Tiene trece años y el pecho le apunta un poco, como una rosa pequeñita que vaya a abrir. Se llama Merceditas Olivar Vallejo, sus amigas le llaman Merce. La familia le desapareció con la guerra, unos muertos, otros emigrados. Merche vive con una cuñada de la abuela, una señora vieja llena de puntillas y pintada como una mona, que lleva peluquín y que se llama doña Carmen. En el barrio a doña Carmen la llaman, por mal nombre, "Pelo de muerta". Los chicos de la calle prefieren llamarle "Saltaprados".
Doña Carmen vendió a Merceditas por cien duros, se la compró don Francisco, el del consultorio.
Al hombre le dijo:
-¡Las primicias, don Francisco, las primicias! ¡Un clavelito!
Y a la niña:
-Mira, hija, don Francisco lo único que quiere es jugar, y además, ¡algún día tenía que ser!
¿No comprendes?
- La doble moral: Busca en qué consistía la moral del Nacional Catolicismo y explica si eran o no importantes las apariencia en la sociedad española de la época.
Lee este texto y contesta las siguientes preguntas:
TEXTO 3
1- ¿Qué es la casa de Doña Celia?
2-¿Por qué los niños se ponían contentos cuando llegaba algún señor?
3-¿Qué es lo único que le preocupa a Doña Celia?
4- ¿Dónde usa la ironía el narrador?
La casa de doña Celia es una casa que rezuma ternura por todos los poros; una ternura, a veces, un poco agraz; en ocasiones, es posible que un poco venenosilla. Doña Celia tiene recogidos dos niños pequeños, hijos de una sobrinita que murió medio de sinsabores y disgustos, medio de avitaminosis, cuatro o cinco meses atrás. Los niños, cuando llega alguna pareja, gritan jubilosos por el pasillo: "¡Viva, viva, que ha venido otro señor!" Los angelitos saben que el que entre un señor con una señorita del brazo significa comer caliente al otro día. Doña Celia, el primer dia que Ventura asomó con la novia por su casa, le dijo:
-Mire usted, lo único que le pido es decencia, mucha decencía, que hay criaturas. Por amor de Dios, no me alborote.
-Descuide usted, señora, no pase cuidado, uno es un caballero.
Ventura y Julita solían meterse en la habitación a las tres y media o cuatro y no se marchaban hasta dadas las ocho. No se les oía ni hablar; así daba gusto.
1- ¿Qué relación hay entre Don Francisco y Merceditas?
2- ¿Qué quiere decir Doña Carmen con "las primicias"?
Por la calle van cogidos de la mano, parecen un tío con una sobrina que saca de paseo.La niña, al pasar por la portería, vuelve la cabeza para el otro lado. Va pensando y no ve el primer escalón.
-¡A ver si te desgracias!
-No.
Doña Celia les sale a abrir.
-¡Hola, don Francisco!
-¡Hola, amiga mía! Que pase la chica por ahí, quería hablar con usted.
-¡Muy bien! Pasa por aquí, hija, siéntate donde quieras. La niña se sienta en el borde de una butaca forrada de verde. Tiene trece años y el pecho le apunta un poco, como una rosa pequeñita que vaya a abrir. Se llama Merceditas Olivar Vallejo, sus amigas le llaman Merce. La familia le desapareció con la guerra, unos muertos, otros emigrados. Merche vive con una cuñada de la abuela, una señora vieja llena de puntillas y pintada como una mona, que lleva peluquín y que se llama doña Carmen. En el barrio a doña Carmen la llaman, por mal nombre, "Pelo de muerta". Los chicos de la calle prefieren llamarle "Saltaprados".
Doña Carmen vendió a Merceditas por cien duros, se la compró don Francisco, el del consultorio.
Al hombre le dijo:
-¡Las primicias, don Francisco, las primicias! ¡Un clavelito!
Y a la niña:
-Mira, hija, don Francisco lo único que quiere es jugar, y además, ¡algún día tenía que ser!
¿No comprendes?
- La doble moral: Busca en qué consistía la moral del Nacional Catolicismo y explica si eran o no importantes las apariencia en la sociedad española de la época.
Lee este texto y contesta las siguientes preguntas:
TEXTO 3
2-¿Por qué los niños se ponían contentos cuando llegaba algún señor?
3-¿Qué es lo único que le preocupa a Doña Celia?
4- ¿Dónde usa la ironía el narrador?
-Mire usted, lo único que le pido es decencia, mucha decencía, que hay criaturas. Por amor de Dios, no me alborote.
-Descuide usted, señora, no pase cuidado, uno es un caballero.
Ventura y Julita solían meterse en la habitación a las tres y media o cuatro y no se marchaban hasta dadas las ocho. No se les oía ni hablar; así daba gusto.
TEXTO 4
1- ¿Por qué se prostituye Victorita?
2- ¿Se avergüenza de ello?
3- ¿Dónde se ve la hipocresía de Doña Ramona?
4- ¿Cuál crees que es la opinión de Cela respecto a las dos mujeres: las trata igual, por qué?
-¡Hola, Victorita! ¡Qué alegría más grande me das!
-Hola, doña Ramona.
Doña Ramona sonríe, meliflua, obsequiosa.
-¡Ya sabía yo que mi niña no había de faltar a la cita! Victorita intentó sonreír también.
-Sí, se ve que está usted muy acostumbrada.
-¿Qué dices?
-Pues ya ve, ¡nada!
-¡Ay, hija, qué suspicaz!
Victorita se quitó el abrigo, llevaba el escote de la blusa desabrochado y tenía en los ojos una mirada extraña, no se sabría bien si suplicante, humillada o cruel.
-¿Estoy bien así?
-Pero hija, ¿qué te pasa?
-Nada., no me pasa nada.
Doña Ramona, mirando para otro lado, intentó sacar a flote sus viejas mañas de componedora.
-¡Anda, anda! No seas chiquilla. Anda, entra ahí a jugar a las cartas con mis sobrinas.
Victorita se plantó.
-No, doña Ramona. No tengo tiempo. Me espera mi novio. A mi, ¿sabe usted?, ya me revienta andar dándole vueltas al asunto, como un borrico de noria. Mire usted, a usted y a mi lo que nos interesa es ir al grano, ¿me entiende?
-No, hija, no te entiendo. Victorita tenía el pelo algo revuelto.
-Pues se lo voy a decir más claro: ¿dónde está el cabrito?
Doña Ramona se espantó.
-¿Eh?
-¡Que dónde está el cabrito! ¿Me entiende? ¡Que dónde está el tío!
-¡Ay, hija, tú eres una golfa!
-Bueno, yo soy lo que usted quiera, a mí no me importa. Yo tengo que tirarme a un hombre para comprarle unas medicinas a otro. ¡Venga el tío!
-Pero, hija, ¿por qué hablas así? Victorita levantó la voz.
-¡Pues porque no me da la gana de hablar de otra manera, tía alcahueta! ¿Se entera? ¡Porque no me da la gana!
Las sobrinas de doña Ramona se asomaron al oír las voces. Por detrás de ellas sacó la jeta don Mario.
-¿Qué pasa, tía?
-¡Ay! ¡Esta mala pécora, desagradecida, que quiso pegarme!
Victorita estaba completamente serena. Poco antes de hacer alguna barbaridad, todo el mundo está completamente sereno. O poco antes, también, de decidirse a no hacerla.
-Mire usted, señora, ya volveré otro día, cuando tenga menos clientas.
La muchacha abrió la puerta y salió. Antes de llegar a la esquina la alcanzó don Mario. El hombre se llevó la mano al sombrero.
-Señorita, usted perdone. Me parece, ¡para qué nos vamos a andar con rodeos!, que yo soy un
poco el culpable de todo esto. Yo...
Victorita le interrumpió.
-¡Hombre, me alegro de conocerlo! ¡Aquí me tiene! ¿No me andaba buscando? Le juro a usted que jamás me he acostado con nadie más que con mi novio. Hace tres meses, cerca de cuatro, que no sé lo que es un hombre. Yo quiero mucho a mi novio. A usted nunca lo querré, pero en cuanto me pague me voy a la cama. Estoy muy harta. Mi novio se salva con unos duros. No me importa ponerle los cuernos. Lo que me importa es sacarlo adelante. Si usted me lo cura, yo me lío con usted hasta que usted se harte.
La voz de la muchacha ya venia temblando. Al final se echó a llorar.
-Usted dispense...
Don Mario, que era un atravesado con algunas venas de sentimental, tenía un nudo en la garganta.
-¡Cálmese, señorita! Vamos a tomar un café, eso le sentará bien.
En el Café, don Mario le dijo a Victorita:
-Yo te daría dinero para que se lo llevases a tu novio, pero, hagamos lo que hagamos, él se va a creer lo que le dé la gana, ¿no te parece?
-Sí, que se crea lo que quiera. Ande, lléveme usted a la cama.
- La existencia humana: ¿ Qué visión tiene Cela de la existencia de sus personajes: cómo es su vida, tienen expectativas de futuro, ilusiones, etc?
Lee los siguientes fragmentos y contesta las siguientes preguntas:
TEXTO 5
1- ¿Cómo es la actitud ante la vida de los clientes que pasan las horas muertas en el café?
2- ¿Cómo son sus conversaciones?
3- ¿Te recuerda esta actitud a otra ya vista el pasado trimestre?¿Cuál?
4- ¿Qué crees que pueden simbolizar los cafés en la novela?
Los clientes de los Cafés son gentes que creen que las cosas pasan porque sí, que no merece la pena poner remedio a nada. En el de doña Rosa, todos fuman y los más meditan, a solas, sobre las pobres, amables, entrañables cosas que les llenan o les vacían la vida entera. Hay quien pone al silencio un ademán soñador, de imprecisa recordación, y hay también quien hace memoria con la cara absorta y en la cara pintado el gesto de la bestia ruin, de la amorosa, suplicante bestia cansada: la mano sujetando la frente y el mirar lleno de amargura como un mar encalmado.
Hay tardes en que la conversación muere de mesa en mesa, una conversación sobre gatas paridas, o sobre el suministro, o sobre aquel niño muerto que alguien no recuerda, sobre aquel niño muerto que, ¿no se acuerda usted?, tenia el pelito rubio, era muy mono y más bien delgadito, llevaba siempre un jersey de punto color beige y debia andar por los cinco años. En estas tardes, el corazón del Café late como el de un enfermo, sin compás, y el aire se hace como más espeso, más gris,.
TEXTO 6
1- ¿Qué visión nos ofrece Cela de la existencia humana a través de la forma de jugar que tienen estos niños?
Dos niños de cuatro o cinco años juegan aburridamente, sin ningún entusiasmo, al tren por entre las mesas. Cuando van hacia el fondo, va uno haciendo de máquina y otro dé vagón. Cuando vuelven hacia la puerta, cambian. Nadie les hace caso, pero ellos siguen impasibles, desganados, andando para arriba y para abajo con una seriedad tremenda. Son dos niños ordenancistas, consecuentes, dos niños que juegan al tren, aunque se aburren como ostras, porque se han propuesto divertirse y, para divertirse, se han propuesto, pase lo que pase, jugar al tren durante toda la tarde. Si ellos no lo consiguen, ¿qué culpa tienen? Ellos hacen todo lo posible.
TEXTO 7
1- ¿Cómo es la vida de Elvira?
2-¿Hace algo para salir de ella?
3-¿Qué crees que significa "que está a lo que caiga"?
La señorita Elvira se calla y sigue fumando. Hoy está como algo destemplada, siente escalofríos y nota que le baila un poco todo lo que ve. La señorita Elvira lleva una vida perra, una vida que, bien mirado, ni merecía la pena vivirla. No hace nada, eso es cierto, pero por no hacer nada, ni come siquiera. Lee novelas, va al Café, se fuma algún que otro tritón y está a lo que caiga. Lo malo es que lo que cae suele ser de Pascuas a Ramos, y para eso, casi siempre de desecho de tienta y defectuoso.
TEXTO 8
1- Este es el último párrafo de la novela: ¿Qué visión nos ofrece Cela de las vida en esa España de posguerra?Pincha este enlace y verás este texto en la secuencia final de la película: Final de La colmena
2.2.6- ¿Qué novedades aporta respecto a las técnicas narrativas empleadas: orden cronológico, uso de secuencias, tipo de narrador, etc?
TEXTO 6
Dos niños de cuatro o cinco años juegan aburridamente, sin ningún entusiasmo, al tren por entre las mesas. Cuando van hacia el fondo, va uno haciendo de máquina y otro dé vagón. Cuando vuelven hacia la puerta, cambian. Nadie les hace caso, pero ellos siguen impasibles, desganados, andando para arriba y para abajo con una seriedad tremenda. Son dos niños ordenancistas, consecuentes, dos niños que juegan al tren, aunque se aburren como ostras, porque se han propuesto divertirse y, para divertirse, se han propuesto, pase lo que pase, jugar al tren durante toda la tarde. Si ellos no lo consiguen, ¿qué culpa tienen? Ellos hacen todo lo posible.
TEXTO 7
1- ¿Cómo es la vida de Elvira?
2-¿Hace algo para salir de ella?
3-¿Qué crees que significa "que está a lo que caiga"?
La señorita Elvira se calla y sigue fumando. Hoy está como algo destemplada, siente escalofríos y nota que le baila un poco todo lo que ve. La señorita Elvira lleva una vida perra, una vida que, bien mirado, ni merecía la pena vivirla. No hace nada, eso es cierto, pero por no hacer nada, ni come siquiera. Lee novelas, va al Café, se fuma algún que otro tritón y está a lo que caiga. Lo malo es que lo que cae suele ser de Pascuas a Ramos, y para eso, casi siempre de desecho de tienta y defectuoso.
TEXTO 8
1- Este es el último párrafo de la novela: ¿Qué visión nos ofrece Cela de las vida en esa España de posguerra?Pincha este enlace y verás este texto en la secuencia final de la película: Final de La colmena
La mañana sube, poco a poco, trepando como un gusano por los corazones de los hombres y de las mujeres de la ciudad; golpeando, casi con mimo, sobre los mirares recién despiertos, esos mirares que jamás descubren horizontes nuevos, paisajes nuevos, nuevas decoraciones. La mañana, esa mañana eternamente repetida, juega un poco, sin embargo, a cambiar la faz de la ciudad, ese sepulcro, es cucaña, esa colmena...
¡Que Dios nos coja confesados!
2.2.6- ¿Qué novedades aporta respecto a las técnicas narrativas empleadas: orden cronológico, uso de secuencias, tipo de narrador, etc?
2.3- Explica las principales características de la novela social y pon el nombre de sus principales representantes
2.4- ¿Qué diferencias hay entre las novelas sociales del realismo crítico y del neorrealismo (también conocido como objetivismo)?
- A continuación, tienes dos fragmentos correspondientes a dos novelas representativas de ambas tendencias (realismo crítico y neorrealismo u objetivismo). Di a cuál pertenece una y otra y justifica por qué, teniendo en cuanta las diferencias de que las que has hablado antes. Luego responde a las siguientes preguntas
El Jarama
TEXTO 1: EL JARAMA, Rafael Sánchez Ferlosio
1- ¿En algún momento de este texto se puede ver una opinión del autor sobre la juventud española?
2- Sin embargo, es evidente que una vez leído el texto me queda una idea clara de cómo era para Sánchez Ferlosio esa juventud: ¿tiene inquietudes intelectuales? ¿tiene temas de conversación interesantes? ¿crees que es una juventud concienzada con la situación de España en aquellos momentos? ¿con esta juventud el Régimen de Franco tiene posibilidades de venirse abajo?
3- ¿Cómo crees que logra Sánchez Ferlosio darnos esta visión de la juventud española sin decírnoslo directamente?
Desde el suelo veía la otra orilla, los párpados del fondo y los barrancos ennegrecidos, donde la sombra crecía y avanzaba invadiendo las tierras, ascendiendo las lomas, matorral a matorral, hasta adensarse por completo; parda, esquiva y felina oscuridad, que las sumía en acecho de alimañas. Se recelaba un sigilo de zarpas, de garras y de dientes escondidos, una noche olfativa, voraz y sanguinaria, sobre el pavor de indefensos encames maternales; campo negro, donde el ojo de cíclope del tren brillaba como el ojo de una fiera.
—Bueno, cuéntame algo.
Aún había muchos grupos de gente en la arboleda; se oía en lo oscuro la musiquilla de una armónica. Era una marcha lo que estaban tocando, una marcha alemana, de cuando los nazis.
—Anda, cuéntame algo, Tito.
—Que te cuente, ¿el qué?
—Hombre, algo, lo que se te ocurra, mentiras, da igual. Algo que sea interesante.
—¿Interesante? Yo no sé contar nada, vamos, qué ocurrencia. ¿De qué tipo? ¿Qué es lo interesante para ti, vamos a ver?
—Tipo aventuras, por ejemplo, tipo amor.
—¡Huy, amor! — sonreía, sacudiendo los dedos —. ¡No has dicho nada! ¿Y de qué amor? Hay muchos amores distintos.
—De los que tú quieras. Con que sea emocionante.
—Pero si yo no sé relatar cosas románticas, mujer, ¿de dónde quieres que lo saque? Eso, mira, te compras una novela.
—¡Bueno! Hasta aquí estoy ya de novelas, hijo mío. Ya está bien de novelas, ¡bastante me tengo leídas! Además eso ahora, ¿qué tiene que ver?, que me contaras tú algún suceso llamativo, aquí, en este rato.
Tito estaba sentado, con la espalda contra el tronco; miró al suelo, hacia el bulto de Lucita, tumbada a su izquierda; apenas le entreveía lo blanco de los hombros, sobre la lana negra del bañador, y los brazos unidos por detrás de la nuca.
—¿Y quieres que yo sepa contarte lo que no viene en las novelas? — le dijo —. ¿Qué me vas a pedir?, ¿ahora voy a tener más fantasía que los que las redactan? ¡Entonces no estaba yo despachando en un comercio, vaya chiste!
—Por hacerte hablar, ¿qué más da?, no cuentes nada. Pues todas traen lo mismo, si vas a ver, tampoco se estrujan los sesos, unas veces te la ponen a Ella rubia y a Él moreno, y otras sale Ella de morena y Él de rubio; no tienen casi más variación...
Tito se reía:
—¿Y pelirrojas nada? ¿No sacan nunca a ningún pelirrojo?
—¡Qué tonto eres! Pues vaya una novela, una en que figurase que Él era pelirrojo, qué cosa más desagradable. Todavía si lo era Ella, tenía un pasar.
—Pues un pelaje bien bonito — se volvía a reír —. ¡Pelo zanahoria!
—Bueno, ya no te rías, para ya de reírte. Déjate de eso, anda, escucha, ¿me quieres escuchar?
—Mujer, ¿también te molesta que me ría? Lucita se incorporaba; quedó sentada junto a Tito; le dijo:
—Que no, si no es eso, es que ya te has reído; ahora otra cosa. No quería cortarte, sólo que tenía ganas de cambiar. Vamos a hablar de otra cosa.
—¿De qué?
—No lo sé, de otra cosa. Tito, de otra cosa que se nos ocurra, de lo que quieras. Oyes, déjame un poco de árbol, que me apoye también. No, pero tú no te quites, si cabemos, cabemos los dos juntos. Sólo un huequecito quería yo.
TEXTO 2: LA MINA, Armando López Salinas
1- ¿Qué opina Laureano sobre las injusticias sociales?
2-¿Crees que confía en que se pueda acabar con ellas?
3- ¿Quién crees que, en realidad, nos está transmitiendo estas ideas?
—A mí me gustaría que nuestros hijos pudieran estudiar, que fueran algo en la vida —intervino Angustias.
—A mí no me parece mal que la gente tenga dinero; teniendo lo mío, no envidio a nadie. Lo que tenían que hacer los ricos es dar trabajo y no meter el dinero en el Banco —aseveró Joaquín.
—Lo tuyo, lo tuyo... ¿Qué es lo tuyo y qué es lo mío, «Granadino»? Tú eres un alma cándida. ¿Te crees que los ricos quieren el dinero para hacer obras de caridad? Lo quieren porque el dinero da el poder. Tienes dinero y le dices a un hombre que baile, y baila. ¿Se te encapricha cambiar las leyes o hacerlas a tu medida? Pues las cambias. ¿Quieres acostarte con una mujer, no importa cuál? Con billetes hay pocas que se resistan. El pobre, métetelo en la cabeza, vive si le dejan, y si no le dejan, ¡cágome en...!, lo entierran, y tal día hará un año.
—Laureano piensa mucho, pero ve la vida por el lao malo —intervino la mujer del «Asturiano».
—¿Por cuál lao la voy a ver? Por el que tiene.
—Yo digo que mientras se pueda ir tirando no hay que meterse en líos y dar gracias a Dios —dijo Angustias.
—Siempre ha habido ricos y pobres —afirmó Joaquín.
—Y antes mandaban los reyes, y ahora casi no hay más reyes que los cuatro de la baraja. Y decían que el mundo era plano, y resultó redondo y da vueltas alrededor del sol. Cada cosa es verdad en su tiempo. No hay más verdad que ésta: el hombre lo ha hecho todo y lo cambia todo. Yo he visto y leído mucho. Yo no soy un político ni un paniaguas de nadie; pero siempre le estoy dando vueltas a la cabeza pensando en las cosas. Mercedes dice que soy un tostón y que aburro a todo Dios.
3-LA RENOVACIÓN NARRATIVA EN ESPAÑA: DE 1960 A 1975
TEXTO 1: EL JARAMA, Rafael Sánchez Ferlosio
1- ¿En algún momento de este texto se puede ver una opinión del autor sobre la juventud española?
2- Sin embargo, es evidente que una vez leído el texto me queda una idea clara de cómo era para Sánchez Ferlosio esa juventud: ¿tiene inquietudes intelectuales? ¿tiene temas de conversación interesantes? ¿crees que es una juventud concienzada con la situación de España en aquellos momentos? ¿con esta juventud el Régimen de Franco tiene posibilidades de venirse abajo?
3- ¿Cómo crees que logra Sánchez Ferlosio darnos esta visión de la juventud española sin decírnoslo directamente?
Desde el suelo veía la otra orilla, los párpados del fondo y los barrancos ennegrecidos, donde la sombra crecía y avanzaba invadiendo las tierras, ascendiendo las lomas, matorral a matorral, hasta adensarse por completo; parda, esquiva y felina oscuridad, que las sumía en acecho de alimañas. Se recelaba un sigilo de zarpas, de garras y de dientes escondidos, una noche olfativa, voraz y sanguinaria, sobre el pavor de indefensos encames maternales; campo negro, donde el ojo de cíclope del tren brillaba como el ojo de una fiera.
—Bueno, cuéntame algo.
Aún había muchos grupos de gente en la arboleda; se oía en lo oscuro la musiquilla de una armónica. Era una marcha lo que estaban tocando, una marcha alemana, de cuando los nazis.
—Anda, cuéntame algo, Tito.
—Que te cuente, ¿el qué?
—Hombre, algo, lo que se te ocurra, mentiras, da igual. Algo que sea interesante.
—¿Interesante? Yo no sé contar nada, vamos, qué ocurrencia. ¿De qué tipo? ¿Qué es lo interesante para ti, vamos a ver?
—Tipo aventuras, por ejemplo, tipo amor.
—¡Huy, amor! — sonreía, sacudiendo los dedos —. ¡No has dicho nada! ¿Y de qué amor? Hay muchos amores distintos.
—De los que tú quieras. Con que sea emocionante.
—Pero si yo no sé relatar cosas románticas, mujer, ¿de dónde quieres que lo saque? Eso, mira, te compras una novela.
—¡Bueno! Hasta aquí estoy ya de novelas, hijo mío. Ya está bien de novelas, ¡bastante me tengo leídas! Además eso ahora, ¿qué tiene que ver?, que me contaras tú algún suceso llamativo, aquí, en este rato.
Tito estaba sentado, con la espalda contra el tronco; miró al suelo, hacia el bulto de Lucita, tumbada a su izquierda; apenas le entreveía lo blanco de los hombros, sobre la lana negra del bañador, y los brazos unidos por detrás de la nuca.
—¿Y quieres que yo sepa contarte lo que no viene en las novelas? — le dijo —. ¿Qué me vas a pedir?, ¿ahora voy a tener más fantasía que los que las redactan? ¡Entonces no estaba yo despachando en un comercio, vaya chiste!
—Por hacerte hablar, ¿qué más da?, no cuentes nada. Pues todas traen lo mismo, si vas a ver, tampoco se estrujan los sesos, unas veces te la ponen a Ella rubia y a Él moreno, y otras sale Ella de morena y Él de rubio; no tienen casi más variación...
Tito se reía:
—¿Y pelirrojas nada? ¿No sacan nunca a ningún pelirrojo?
—¡Qué tonto eres! Pues vaya una novela, una en que figurase que Él era pelirrojo, qué cosa más desagradable. Todavía si lo era Ella, tenía un pasar.
—Pues un pelaje bien bonito — se volvía a reír —. ¡Pelo zanahoria!
—Bueno, ya no te rías, para ya de reírte. Déjate de eso, anda, escucha, ¿me quieres escuchar?
—Mujer, ¿también te molesta que me ría? Lucita se incorporaba; quedó sentada junto a Tito; le dijo:
—Que no, si no es eso, es que ya te has reído; ahora otra cosa. No quería cortarte, sólo que tenía ganas de cambiar. Vamos a hablar de otra cosa.
—¿De qué?
—No lo sé, de otra cosa. Tito, de otra cosa que se nos ocurra, de lo que quieras. Oyes, déjame un poco de árbol, que me apoye también. No, pero tú no te quites, si cabemos, cabemos los dos juntos. Sólo un huequecito quería yo.
TEXTO 2: LA MINA, Armando López Salinas
1- ¿Qué opina Laureano sobre las injusticias sociales?
2-¿Crees que confía en que se pueda acabar con ellas?
3- ¿Quién crees que, en realidad, nos está transmitiendo estas ideas?
—A mí me gustaría que nuestros hijos pudieran estudiar, que fueran algo en la vida —intervino Angustias.
—A mí no me parece mal que la gente tenga dinero; teniendo lo mío, no envidio a nadie. Lo que tenían que hacer los ricos es dar trabajo y no meter el dinero en el Banco —aseveró Joaquín.
—Lo tuyo, lo tuyo... ¿Qué es lo tuyo y qué es lo mío, «Granadino»? Tú eres un alma cándida. ¿Te crees que los ricos quieren el dinero para hacer obras de caridad? Lo quieren porque el dinero da el poder. Tienes dinero y le dices a un hombre que baile, y baila. ¿Se te encapricha cambiar las leyes o hacerlas a tu medida? Pues las cambias. ¿Quieres acostarte con una mujer, no importa cuál? Con billetes hay pocas que se resistan. El pobre, métetelo en la cabeza, vive si le dejan, y si no le dejan, ¡cágome en...!, lo entierran, y tal día hará un año.
—Laureano piensa mucho, pero ve la vida por el lao malo —intervino la mujer del «Asturiano».
—¿Por cuál lao la voy a ver? Por el que tiene.
—Yo digo que mientras se pueda ir tirando no hay que meterse en líos y dar gracias a Dios —dijo Angustias.
—Siempre ha habido ricos y pobres —afirmó Joaquín.
—Y antes mandaban los reyes, y ahora casi no hay más reyes que los cuatro de la baraja. Y decían que el mundo era plano, y resultó redondo y da vueltas alrededor del sol. Cada cosa es verdad en su tiempo. No hay más verdad que ésta: el hombre lo ha hecho todo y lo cambia todo. Yo he visto y leído mucho. Yo no soy un político ni un paniaguas de nadie; pero siempre le estoy dando vueltas a la cabeza pensando en las cosas. Mercedes dice que soy un tostón y que aburro a todo Dios.
3-
3.2- ¿Qué causas literarias explican esta renovación: por qué se agota la fórmula de la novela social?
3.3- ¿A qué generaciones pertenecen los autores que cultivan este tipo de novela?
3.4- Explica en qué consisten las principales innovaciones técnicas que se emplean en la novela española de los años sesenta
3.5- TIEMPO DE SILENCIO
3.5.2- ¿Cuál es la importancia de esta novela en la narrativa española en la década de los sesenta?
3.5.4- Principales innovaciones:
- Temáticas: ¿En qué se diferencia su forma de afrontar los problemas sociales de España respecto a las novelas sociales de la década anterior?
- Explica todo lo que critica de España y di a quién echa las culpas de la situación del país?
- ¿A qué generación vista este año te recuerda esta visión del país?
- Formales: ¿Cuáles son sus principales innovaciones técnicas o formales de Tiempo de silencio respecto a las novelas sociales?
¿Qué diferencias hay entre el lenguaje de la novela y el lenguaje habitual de las novelas sociales?
- A continuación tienes dos fragmentos de la novela. Léelos y contesta las siguientes preguntas:
Muecas en el centro y Pedro a la derecha
TEXTO 1
1-¿Dónde van Pedro y Amador?
2-¿Para qué van allí?
3-¿Quién es el Muecas?¿Cuántos miembros forman su familia? ¿Cómo duermen?¿Por qué?
4-Explica el incidente de la limonada: ¿Qué ofrece el Muecas?¿Qué dice Amador?¿Qué le contesta la hija del Muecas?¿Qué le reprende el Muecas a su hija? ¿Crees que la reprende porque el Muecas es una persona amable? Justifica tu respuesta
5-En este fragmento, se ve que también los miembros de los estratos sociales más bajos como el Muecas tienen un comportamiento interesado, es decir, que éste no es una característica exclusiva de las clases altas. ¿Te recuerda esta forma de reflejar la sociedad a la que tenía Galdós en las novelas contemporáneas? Explica tu respuesta
6-Como ya sabes si has explicado ya el argumento de la novela, Pedro tiene que efectuar un aborto a la hija del Muecas después de que éste la hubiera dejado embarazada. Ya aquí se sugiere esta relación incestuosa: ¿Dónde?
7-Explica todos los pasos que siguen para conseguir que se reproduzcan los ratones
8-¿Qué imagen da este fragmento del estado de la ciencia en España? Explica tu respuesta
9- Localiza en el texto anterior algún ejemplo de ironía (decir lo contrario de lo que, en realidad, se quiere decir)
10- Una de las características del estilo de la novela es el uso de un lenguaje muy eufemístico (no decir las cosas de una manera directa sino mediante un rodeo, incluso a veces contrasta el lenguaje tan bello y elaborado con la realidad tan desagradable que está describiendo).Localiza algún ejemplo poniendo después lo que en realidad dice. Por ejemplo: "Efectivamente, la redondeada consorte del Muecas, que en contradicción con su marido, gozaba de una acentuada lisura e inmovilidad de rostro, escuchaba como si oyera la interpretación de una sinfonía aquella conversación" = "La mujer gorda del Muecas que, a diferenia de éste, no tenía arrugas oía lo que hablaban sin entender nada"
Y tras haber contemplado el impresionante espectáculo de la ciudad prohibida con los picos ganchudos de sus tejados para protección contra los demonios voladores, descendieron Amador y don Pedro desde las colinas circundantes y tanteando prudentemente su camino entre los diversos obstáculos, perros ladradores, niños desnudos, montones deestiércol, latas llenas de agua de lluvia, llegaron hasta la misma puerta principal de la residencia del Muecas. Allí estaba el digno propietario volviéndoles la espalda ocupado en ordenar en el suelo de su chabola una serie de objetos heteróclitos que debía haber logrado extraer -como presuntamente valiosos- del montón de basura con el que desde hacía unos meses tenía concertado un acuerdo económico dé aprovechamiento. Mas en cuanto les hubo advertido gracias a un significativo sonido brotado de la carnosa boca de Amador, se incorporó con movimiento exento de gracia y en su rostro, surcado por las arrugas del tiempo y los trabajos y agitado por la rítmica tempestad del tic nervioso al que debía su apodo, se pintó una expresión de viva sorpresa.-¡Cuánto bueno por aquí, don Pedro! ¡Cuánto por aquí! ¿Por qué no me has avisado?
Siendo esa pregunta dirigida a su amigo y casi pariente.
-Adelante. Pasen ustedes y acomódense.
No de otro modo dispone el burgués los agasajos debidos a sus iguales haciéndoles pasar a la tranquila, polvorienta y oscurecida sala, donde una sillería forrada de raso espera el honroso peso de los cuerpos de aquellas personas que, dotadas de análoga jerarquía que los propios dueños de la casa, pueden ocupar sus sitiales y disponerse durante lapsos de tiempo variables a una conversación que -aunque aburrida y vacía- no deja de confortar a cuantos en ella participan a título de confirmación indirecta de la pertenencia a un mismo y honroso estamento social. Así Muecas dispuso que don Pedro tomara asiento en una a modo de cama hecha con cajones que allí había y que en ausencia de sábanas cubría una manta pardusca. Y componiendo en su rostro los gestos corteses heredados desde antiguos siglos por los campesinos de la campiña toledana y haciendo de su voz naturalmente recia una cierta composición meliflua, consiguió articular con algún esfuerzo:
-Tomarán ustedes un refresco.
Tras lo que, olvidando momentáneamente su propósito de control prolongado del timbre áspero de su voz, gritó:
-¡Flora, Florita! ¡Trae una limonada en seguida! Que está el señor doctor.
Oyéronse unos ruidos secos y confusos en la parte de la chabola oculta a la vista desde la entrada por una tela colgante de color rojizo y naturaleza indefinida. A pesar de las protestas de don Pedro y de la risa socarrona de Amador, Muecas se obstinó en acelerar la marcha de los acontecimientos metiendo su cabeza crespa a través de este telón divisorio y rugiendo en voz baja diversas órdenes ininteligibles.
Reapareció más tarde componiendo su personalidad social en los diversos matices de la expresión del rostro (con dificultosa contención del tic irreprimible), de la inflexión vocal y hasta de la actitud corporal que se modificó en una tendencia apenas realizada de juntar sus hombros hacia adelante redondeando al mismo tiempo las espaldas.
Amador se había sentado en uno de los objetos que el Muecas ordenaba, que resultó ser una olla oxidada con un agujero. Pero así acomodado volvía sus espaldas a la puerta y la carencia de luz del interior de la chabola se hacía más evidente, por lo que el visitado dijo:
-Vamos, Amador. Échate a un lado. ¿No ves que quitas la luz al señor doctor?
Ya para entonces salía la descendencia del Muecas en sus funciones de homenaje a través de los velos que celaban el resto de sus propiedades inmuebles y, sonriendo con risa bobalicona que descubría el grueso trazo rojo de sus encías superiores sobre los dientes blancos y pequeños en medio de un rostro redondo, ofrecía en un vaso un poco de agua en la que debía haber exprimido un limón a juzgar por una pepita que como pequeño dirigible flotaba.
-¡Dásela, Florita! Que se refresque el señor doctor.
-Tenga, señor doctor -se atrevió a decir Florita poniéndose algo colorada, pero haciendo chocar su mirada negra con la también azorada de don Pedro.
Éste no osaba fijar la vista en ninguno de los detalles del interior de la chabola, aunque la curiosidad le impulsaba a hacerlo, temiendo ofender a los disfrutadores de tan míseras riquezas, pero al mismo tiempo comprendía que el honor del propietario exige que el visitante diga algo en su elogio, por inverosímil y absurdo que pueda ser.
-Está fresca esta limonada -eligió al fin.
-Estos limones me los mandan del pueblo -mintió Muecas con voz de terrateniente que administran lejanos intendentes- y perdonando lo presente, son superiores.
-¿Quiere usted otra? -dijo Florita.
Oferta a la que don Pedro opuso una rápida y firme negativa mientras que Amador decía confianzudo:
-Tráemela a mí, chavala.
-No se hizo la miel para la boca del asno -fue la vernácula respuesta de la moza con la que hizo visible que, del mismo modo que su padre, también ella era capaz -aunque más joven- de inventarse dos distintas personalidades y utilizarlas alternativamente según el rango de su interlocutor.
-¡Dásela! -ordenó el padre más consciente de los lazos de tipo económico aseguradores de la subsistencia de la honrada familia que le unían con un miembro de la plantilla del Instituto, al que por otra parte debía no especificados favores y con el que había mantenido en guerra relaciones de camaradería que más tarde habían procurado los dos dejar sumidas en un profundo silencio, pero que no habían olvidado.
-Y no seas tan arisca con el tío Amador -añadió redondeando este nuevo género de homenaje, menos refinado socialmente hablando, pero quizá más definitivamente necesario en última instancia.
En esto, entraba por la puerta de la chabola, cortando otra vez el paso de la luz, un grueso cuerpo de mujer casi redondo, cubierto de telas pendientes de ese color negro que, con el paso de los años, va virando de una parte a pardo, de otra a verdoso, de modo comparable al colorido de las alas de algunas moscas caballunas y de algunas sotanas viejas.
-Usted perdonará, señor doctor -presentó el Muecas-, pero ésta es mi señora y la pobre no sabe tratar. Discúlpela que es alfabeta. Mira, Ricarda, éste es el señor doctor que nos honra con su visita.
-Por muchos años -dijo Ricarda. Ella traía una de las faldas que cual capas concéntricas acebolladas la recubrían, vuelta hacia sus manos y en ella un contenido indescriptible que, según dedujo Amador, era el pienso para los ratones. Esto le dio oportunidad para entrar en materia suspendiendo, por el momento, las muestras de hospitalidad y cortesía.
-Bueno, a lo que veníamos -dijo- que don Pedro no puede perder su tiempo en monsergas.
-Usted dirá, señor doctor.
-El señor doctor lo que quiere -especificó Amador- es saber si tiene que meterte en la cárcel o no.
-¿Qué me dices? -exclamó bruscamente alarmado el Muecas, mientras que, no menos alarmado, don Pedro se deshacía en gestos denegatorios al mismo tiempo con la cabeza y con las dos manos (libre ya la derecha de la áspera limonada) para acabar diciendo:
-Nada de eso. Al contrario, agradecerle a usted si los ha cuidado bien y ha conseguido que críen.
-¡Ah! Las ratonas -dijo el Muecas algo tranquilizado.
-Las ratoncitas, las ratoncitas -rió Florita olvidando su papel de modestia ruborosa-. Ya lo creo que crían las muy bribonas, ya lo creo. Mis sudores me cuesta y hasta algún mordisco.
Diciendo estas palabras desabotonó algo su vestido por el escote y efectivamente mostró a todos los presentes, en el nacimiento de su pecho, dos o tres huellecitas rojas que pudieran corresponder a las
estilizadas dentaduras de las ratonas en celo.
-Todo era por el frío -aclaró el Muecas pozo de sapienza, tomando su talante más solemne y componiendo el rostro-. Seguro que en las Américas las tienen en incubadora. Y no como aquí que estamos en la zona templada.
Amador le miraba socarrón y casi reía, pero haciendo caso omiso del efecto que producían en su viejo camarada de armas estos pingajos deslucidos de una cultura cuyos orígenes permanecían enigmáticos, continuó:
-Es cosa sabida, que el calor da la vida. Como en las seguidillas del rey David. Dos doncellas le calentaban, que si no ya hubiera muerto. Y lo mismo se echa de ver en las charcas y pantanos. Basta que apriete el sol para que el fangal se vuelva vida de bichas y gusarapos. No hay más que
ver los viejos apoyados en las tapias en invierno. ¿Qué sería de ellos si no fuera por el calorcillo de las tres de la tarde? Ya no habría viejos. Así les pasaba a ellas. ¿Cómo les iba a llegar el celo si no tenían calor ni para seguir viviendo? Por eso se les hinchaban esos como testículos, con perdón, y cuando se morían que usted se quemaba las pestañas en estudiar el porqué, no era más que de frío.
Atónito escuchaba don Pedro aquella teoría etiológica del cáncer espontáneo a frigore interesado en saber qué consecuencias profilácticas Muecas había deducido, las que habían sido hábiles no sólo para conservar la vida de los ratones, sino para asegurar su reproducción.
-¿Adónde va usted a parar, padre? Y cómo que se engloria en sus explicaciones y no hay quien lo pare. Lo que es mi padre debía haber sido predicador o sacamuelas. Y aún dicen de él que es bruto. Bruto no le es más que en lo tocante a caráter, pero no en el inteleto.
-¡Calla, tonta! -protestó modestamente-. El hecho es que dándoles el calor natural que les falta los ratones crían y ya veo que usted sabía adónde venir a buscarlos. Aquí los tengo, sí señor doctor, a los hijos de los hijos que no quiero llamar nietos, ya que no parece cosa de animales reconocer tanta parentela. Y también a los hijos de los hijos de los hijos.
-O séase los biznietos -rió Amador coreado por Florita, que había dado ya definitivamente al olvido sus rubores desde el punto en que enseñó su escote y en él las marcas que la calificaban como mártir de la ciencia.
-Padre lo ingenió todo. Pero yo y mi hermana las que tuvimos que cargar con la pejiguera de las ratoncitas.
-Calla, hija. Y no hables más que cuando te pregunten. Mira tu madre qué callada está y qué poco molesta. Y, sin embargo, aguantó la misma pejiguera.
Efectivamente, la redondeada consorte del Muecas, que en contradicción con su marido, gozaba de una acentuada lisura e inmovilidad de rostro, escuchaba como si oyera la interpretación de una
sinfonía aquella conversación. Era evidente que a pesar de no entender jota de lo que se decía, gozaba con los sonidos que los presentes exhalaban. Para ser menos engorrosa se había sentado en el suelo y sus piernas redondas, blancas y sin tobillo asomaban bajo la halda de sus múltiples coberturas, mientras mantenía aún firmemente en su regazo el pienso de los milagrosos ratones.
-¿Puedo preguntar cómo les dio usted ese calor natural? -dijo don Pedro tras unos minutos de asombrada escucha.
-Puede usted preguntarlo, pero yo no se lo diré por respeto.
-Bueno -terció Amador-. Ya me lo dirá a mí más tarde. Vamos a ver ahora esos biznietos y sepamos si son bastardos o no lo son. Porque si lo fueran, para nada los querremos. Tiene que ser hermano con hermana y a lo más hija con padre.
-Así lo son -afirmó rotundo.
Pero no hubo más. Muecas no quiso enseñar sus instalaciones. Prometió llevar las crías a1 punto y hora indicados, pero no quiso que sé molestaran en penetrar más adelante en su guarida. La curiosidad era demasiado grande para que don Pedro consintiera ahora en marcharse después de haber bebido íntegra su limonada. Necesitaba llegar hasta el fondo de aquella empresa de cría de ratones que -simultáneamente- era empresa de cría humana en condiciones -tanto para los ratones como para los humanos- diferentes de las que idealmente se consideran soportables. Los olores que tras el colgante velo rojizo llegaban a la zona más densamente habitada de la chabola, la misma presencia a sus pies de la mole mansa y muda de la esposa, las mordeduras de la muchacha toledana formaban, junto con la mentalidad científico-razonante del Muecas, un conjunto del que no podía apartarse fácilmente y que quería conocer aunque en el intento hubiera tanto de fría curiosidad como de auténtico interés, tanta necesidad de conseguir ratones para su investigación como concupiscencia por ver la carne del hombre en sus caldos más impuros.
En la parte interior de la chabola del Muecas estaba el campo de cultivo de la raza cancerígena. Cada ratón estaba metido en una jaula de pájaro de alambre oxidado. Estas jaulas habían sido obtenidas en los montones de chatarra y rudamente reparadas por el propio Muecas con ayuda de su hija, la pequeña, que tenía dedos hábiles. Las jaulas estaban colgadas por las paredes de la estancia. En sus comederos blancos de loza, la compañera colocaba el pienso traído en su falda. La pequeña habitación estaba hecha de tableros algo abarquillados por la humedad, pero en lo esencial lisos. Las hendiduras entre los tableros habían sido tapadas con trapos viejos consiguiendo así un compartimiento estanco. Las jaulas estaban colgadas artísticamente al tresbolillo, procurando una distribución armoniosa de los huecos, de las luces y de las sombras como en una pinacoteca cuyo dueño -excesivamente rico- ha comprado más cuadros de los que realmente caben. En el suelo de esta reducida habitación había un gran colchón cuadrado. Por un lado entraban los cuerpos del Muecas y su consorte, por el otro lado los más esbeltos de sus dos hijas núbiles. En el pequeño colchón del aposento anterior en que se había sentado don Pedro, solía dormir un primo que ahora estaba en la mili. Pero seguían durmiendo los cuatro juntos en el colchón grande por varios motivos: porque los cuatro cuerpos juntos elevaban la temperatura de la cámara estanca (así pasaban menos frío, así estaban también mejor los ratones según la teoría del Muecas). Porque ya se habían acostumbrado. Porque al Muecas le agradaba tropezar de noche con la pierna de una de sus hijas. Porque así las tenía más vigiladas y sabía dónde estaban durante toda la noche que es la hora más peligrosa para las muchachas. Porque se necesitaban menos sábanas y mantas para poder vivir, habiendo sido por el momento pignoradas las que utilizaba el mozo en edad militar. Porque el olor de los cuerpos -cuando uno se acostumbra- no llega a ser molesto resultando más bien confortable. Porque el Muecas se sentía, sin saber lo que significaba esta palabra, patriarca bíblico al que todas aquellas mujeres pertenecían. Porque la consorte del Muecas le tenía algo de miedo y no podría soportar sus cóleras sin la problemática ayuda de la presencia muda de sus hijas. Porque la última ratio de la reproducción ratonil consiste en conseguir el celo de las ratoncitas de raza exótica. Porque el Muecas había dispuesto tres bolsitas de plástico donde se metían las ratonas y eran colgadas entre los pechos de las tres hembras de la casa. Porque creía que con este calor humano el celo se conseguía dos veces más fácilmente: por ser calor y por ser calor de hembra. Porque no quería que este proceso de maduración de la mucosa vaginal de las ratonas pudiera interrumpirse si sus rapazas durmieran en la cámara exterior donde faltando un adecuado cierre de los huecos entre los tableros y la promiscuidad nocturna, el calor era más escaso. Cuando el celo de la ratona se había conseguido, el Muecas la extraía cuidadosamente de la bolsita de plástico donde había pasado varias noches y la depositaba en la jaula talámica donde el potente garañón era conducido también siempre apto para la cópula y especialmente proclive a ella al percibir los estímulos aromáticos del estro. Esta jaula copulativa estaba tapizada de arpillera aderezada con guata y miraguano, materiales ellos aptos para la construcción del nido pero que luego el Muecas sustraía a las hembras grávidas fuera de la hora del amor, como si pensara que la visión de tales riquezas para el alhajamiento del futuro hogar pudiera estimular su entusiasmo afrodisíaco. Una vez iniciada la gestación nunca volvieron a gozar de tales guatas y miraguanos que hubieran encarecido de modo excesivo los gastos de cría, sino que tenían que arreglarse con un poco de paja común en sus aéreos palacetes. Las ratonitas o ratonitos, una vez nacidos, sé anunciaban con una música sutilísima de pequeños píos ruiseñoriles, mientras que las madres, a diferencia de la especie humana, eran capaces de parir sin gritar en reverente silencio ante los misterios de la naturaleza que en ellas mismas se realizaban. Conseguido este parto pudibundo y a veces nocturno, la mañana de la familia muequil era alegrada por los juveniles píos y las muchachas se reían desde la misma cama, envueltas en sus camisones blancoscuros, sin manga, gritando: «Padre, ya parió la de arriba», «Padre, ya parió la mía, la que me dio el mordisco», «Padre, ya le dije que estaba mal cubierta, está sólo llena de aire y de indecencia la muy guarrona que comía sin parar y luego no le dejó al Manolo que estaba todo triste», «¡Qué se habrá creído la muy monja, más que monja!». Muecas, si había bebido demasiado la noche antes, no hacía caso de los gritos de sus hijas y metía la cabeza otra vez bajo la manta gruñendo mientras que la redonda consorte laboraba en la parte de afuera o había ya partido hacia el montón de basura contratado.
TEXTO 2
Pedro
Este fragmento es el final de la novela cuando Pedro, tras su fracaso profesional y personal, se marcha de Madrid. Está buscando un taxi que le lleve a la estación de Príncipe Pío. Lélo y contesta las siguientes preguntas:
1- El fragmento es un claro ejemplo de uno de las técnicas narrativas nuevas que Luis Martín Santos introduce en la novela. ¿Cómo se llama esta técnica? ¿En qué consiste? ¿Por qué crees que lo que en ella aparece no tiene ninguna lógica?
2- A continuación tienes una lista de todos los pensamientos que se le van mezclando mientras busca taxi y llega a la estación de Príncipe Pío. Númeralos por orden de aparición:
- Tiene que comprar una novela policiaca del inpector Maigret
-Los mozos de la estación son fuertes
-Ahora va a un pueblo donde podrá cazar
-No hay auténticos amigos
-No sabe quién fue Príncipe Pío
-Las ancas de rana están muy buenas
-Se va por el mismo sitio por donde llegó
-En la estación hay ascensores para bajar
-Las autopsias no sirven para nada
-Recuerda a Florita muerta en la chabola
-En el nuevo pueblo se va a aburrir
sepa distinguir entre la una y la otra muertas, puestas una encima de otra en el mismo agujeró: también a ésta autopsia. ¿Qué querrán saber? Tanta autopsia; para qué, si no ven nada. No saben para qué las abren:un mito, una superstición, una recolección de cadáveres, creen que tiene una virtud dentro, animistas, están buscando un secreto y en cambio no dejan que busquemos los que podíamos encontrar algo, pero qué va, para qué, ya me dijo que yo no estaba dotado y a lo mejor no, tiene razón, no estoy dotado. La impresión que me hizo. Siempre pensando en las mujeres. Por las mujeres. Si yo me hubiera dedicado sólo a las ratas.¿Pero qué iba a hacer yo? ¿Qué tenía que hacer yo? Si la cosa está dispuesta así. No hay nada que modificar. Ya se sabe lo que hay que aprender, hay que aprender a recetar sulfas. Pleuritis, pericarditis, pancreatitis, prurito de ano. Vamos a ver qué tal se vive allí. Se puedecazar. Cazar es sano. Se toma la escopeta de dos cañones como el tío Miguel, el hombre de la bufanda y pum, pum, muerta. Hay muchas liebres porque los cultivos son pocos. Es una gran riqueza de caza, el monte salvaje. Cazar, cazar todos los días de fiesta y por la tarde en verano, cuando ya ha caído el sol, entre los rastrojos y la jara a por liebres. Las perdices en el rastrojo, gordas como mujeres, después de la siega; en el rastrojo van cayendo, perseguidas a caballo. No pueden correr de tanto grano que han comido y el tío Miguel las va cogiendo con la mano cuando pierden el aliento. ¡Qué rica la perdiz en salsa de perdiz, espesa, caliente, marrón como con aguas verdes! Y las ancas de rana; a las ranas se las coge sin cebo, sólo con un trapo rojo atado a un hilo,echan su lengua retráctil, la meten en la boca con el trapo y ya está; ancas de rana, igual a pechuga de pollo. ¡Qué buenas! Ancas redonditas, blancas; hace diez años que no veo más ranas que para estudiar la circulación mesentérica en vivo, los hematíes pálidos corno lentejas viudas por la red capilar y el animal desnudo, sin piel, ni pelo, ni pluma, ya desollado antes de que se le agarre, hecho un san Martín, el animal desnudo con su aspecto de persona muerta antes de que se le mate, sólo las lentejas circulando por la red venosa del mesenterio, la vivisección. Esto es, la vivisección, las sufragistas inglesas protestando, igual exactamente, igual que si fuera eso, la vivisección. Ellas adivinan que son igual que las ranas si se las desnuda, en cambio Florita, la desnuda forita en la chabola, florecita pequeña, pequeñita, florecilla le dijo la vieja, florecita la segunda que... ajjj... Me voy, lo pasaré bien. Diagnosticar pleuritis, peritonitis, soplos, cólicos, fiebres gástricas y un día el suicidio con veronal de la maestra soltera. Las muchachas el día de la fiesta, delante de la procesión, detrás del palio, rojas, carrilludas, mofletudas, mirando de lado hacia donde yo estoy asqueado de verlas pasar, mirando sus piernas, sentado en el casino con dos, cinco, siete, catorce señores que juegan al ajedrez y me estiman mucho por mi superioridad intelectual y mi elevado nivel mental.Ya está, P.Pío. Sí por arriba. Luego,
se baja en un ascensor gratis con un tornillo por debajo que parece que le están dando... Comprar un megret para el tren,hace tiempo que no leo policíacas, a mí policíacas. Por qué serán siempre gallegos los mozos, qué gana un mozo, dónde tiene oculta toda esa fuerza. Tendrían que coger los gallegos o asturianos porque andaluces y manchegos no podrían. Hace falta fuerza. Son sanguíneos,sonrientes,grasientos,humildes, saben que son mozos de cuerda, se lo tienen bien sabido, no pretenden otra cosa que ser mozos del exterior, mozos del interior, llevar cuantos más bultos. Les basta contar uno, dos, tres,
4- LA NOVELA A PARTIR DE 1975
4.1- ¿Qué consecuencias tuvo el hecho de que casi todos los novelistas españoles pretendieran basar sus novelas en originales innovaciones formales? ¿Qué aspecto fundamental del género "novela" olvidaron y descuidaron?
4.2- ¿Qué novela supuso un nuevo punto de partida en la narrativa española?
4.4- ¿Qué aportó respecto a las novelas que se estaban escribiendo entonces?
4.5- Explica brevemente de qué iba







































No hay comentarios:
Publicar un comentario